Perspectivas económicas: Reacoplamiento y redefinición de riesgos
La economía estadounidense se distinguió en 2023 y 2024 con unas tasas de crecimiento de entre el 2,5% y el 3%, frente al lánguido 0%–1% que registraron el resto de las economías desarrolladas. Desde la pandemia, EE. UU. también ha superado a otros mercados desarrollados en términos de productividad. En nuestras Perspectivas cíclicas de abril de 2024, tituladas "Mercados divergentes, carteras diversificadas", identificamos dos principales factores de impulso:
- Política fiscal: El mayor estímulo fiscal acumulado desde 2021 ha potenciado la acumulación de riqueza privada en EE. UU., que ha tardado más en consumirse.
- Política monetaria: La transmisión a los hogares de unos tipos de interés más altos ha sido más lenta en EE. UU., en gran parte debido al volumen de hipotecas a largo plazo sujetas a unos tipos de interés bajos.
Además, la prominencia de los mercados de crédito privado estadounidenses probablemente han contribuido a mantener unas condiciones financieras más acomodaticias. Las entradas de capital inversor en préstamos corporativos de menor calidad ha intensificado la competencia por las operaciones y ha proporcionado financiación a empresas en situación más precaria que podrían tener dificultades para acceder a otros mercados.
Por otra parte, EE. UU. se ha visto menos afectado por las consecuencias del deterioro económico de China. Los países europeos, y Alemania en particular, se han visto perjudicados por la menor demanda comercial de China y una mayor competencia de las importaciones del país asiático. Las ganancias financieras y la acumulación de capital ligadas a la inteligencia artificial (IA) generativa también han beneficiado más a EE. UU. en términos relativos.
En el frente de la inflación, EE. UU. registró avances más modestos en 2024 que el resto de los mercados desarrollados. Se estima que el deflactor del consumo privado (PCE) básico, que es el indicador de inflación preferido de la Fed, terminará el año cerca de donde terminó 2023, ya que es probable que la tasa interanual aumente en los próximos meses por los efectos de base.
En cambio, es previsible que la inflación básica se reduzca en el resto de los mercados desarrollados entre 1 y 1,5 puntos porcentuales en el mismo periodo (ver gráfico 1). En Europa, la inflación ha caído aún más porque la débil demanda y la caída de los márgenes empresariales han compensado la inflación de los costes laborales unitarios, que sigue siendo alta.
Gráfico 1: La inflación general continúa avanzando hacia los niveles previos a la pandemia
Los factores que han respaldado este mejor comportamiento relativo de EE. UU. están perdiendo fuerza, lo que sugiere cierto reacoplamiento con la economía mundial. Los saldos de riqueza real se asemejan cada vez más a los de otros mercados desarrollados y los shocks de política monetaria que han frenado el crecimiento en otros países también se están calmando.
Es previsible que el crecimiento europeo recupere un ritmo más normal a medida que bajen los tipos de interés y que las condiciones comerciales mejoren tras los máximos que alcanzaron los precios de la energía en 2022, lo que ayudará a compensar el menor gasto público y el débil entorno manufacturero mundial. Se espera que la inmigración, que impulsó el crecimiento de muchos mercados desarrollados y, en particular, de EE. UU., pase a lastrar el crecimiento, ya que las políticas puestas en marcha a mediados de 2024 para limitar la inmigración parecen estar funcionando.
Pese a que veremos cierto reacoplamiento del crecimiento cíclico, creemos que la economía estadounidense sigue presentando algunas ventajas claras. En concreto, el robusto gasto de capital y las tendencias de inversión en IA ofrecen un importante potencial de crecimiento alcista, sobre todo en comparación con Alemania y otros países de la UE que están más expuestos a la competencia de China y que dependen en mayor medida de las importaciones de energía. Las recientes revisiones de los datos económicos, que indican que la tasa de ahorro estadounidense ha vuelto a los niveles previos a la pandemia, deberían calmar el temor a una ralentización del consumo.
La política monetaria se está normalizando...
La resiliencia del crecimiento y la inflación estadounidenses hicieron que la Reserva Federal tardase más en empezar a bajar tipos que otros bancos centrales. Sin embargo, los indicadores prospectivos sugieren que la inflación podría seguir avanzando en 2025 hacia el objetivo del 2% fijado por la Fed. Algunos de los factores que respaldan estas perspectivas son una inflación de los costes laborales unitarios cercana al 2%, una ratio de vacantes por desempleado inferior a los niveles de 2019 (ver gráfico 2) y una tasa de desempleo al alza, que podría llegar a superar la zona de confort de la Fed, en torno al 4,2%.
Gráfico 2: Tanto los mercados de trabajo como los niveles de inflación se asemejan a los de 2019
En el resto de los mercados desarrollados, la menor demanda, la relajación de los mercados laborales y el anclaje de las expectativas de inflación también sugieren que la inflación rozará los niveles objetivo en 2025. Canadá destaca como la economía desarrollada en la que, con mayor probabilidad, la inflación no alcanzará el objetivo, mientras que, en Australia, los indicadores del mercado de trabajo apuntan a que los avances serán algo más lentos.
En consecuencia, los bancos centrales, y en especial la Fed, han puesto el foco en devolver los tipos de interés de referencia a niveles neutrales. Prevemos que los bancos centrales de mercados desarrollados recortarán sus tipos entre 175 y 225 puntos básicos en 2025.
El Banco de Japón (BoJ), que mantiene su tipo de interés oficial por debajo del nivel neutral estimado, representa un caso atípico. Creemos que el BoJ continuará subiendo tipos de forma gradual, pese a la reciente volatilidad del mercado y la fortaleza del yen. Japón ha sido la única economía en la que la alta inflación ha elevado las expectativas de inflación, mientras que la inflación salarial sigue firme.
...¿pero qué es lo normal?
Ahora que las condiciones económicas de los mercados desarrollados vuelven a parecerse a los escenarios de referencia previos a la pandemia, la atención ha pasado a centrarse en qué podemos considerar una política monetaria "normal".
Entre los factores que podrían justificar un tipo de interés neutral algo más alto que hace una década están los mayores niveles de deuda pública, un gasto en defensa potencialmente más elevado, unos balances del sector privado por lo general más solventes y las crecientes necesidades de inversión ligadas a transformaciones estructurales como la reconfiguración de las relaciones comerciales y el rápido desarrollo de la IA.
Sin embargo, las tendencias a largo plazo relativas a la demografía y la disparidad de la riqueza, junto con la incertidumbre sobre la velocidad y la magnitud de los ciclos de inversión, nos llevan a mantener nuestra estimación para el tipo de interés neutral real a largo plazo en el 0%–1%, como explicamos en detalle en nuestras últimas Perspectivas seculares, tituladas "Ventaja para el Yield". Esto sugiere que el tipo neutral nominal podría situarse entre el 2% y el 3%. Cuando publicamos nuestras Perspectivas seculares en junio, comentamos que, en ese momento, los precios del mercado implicaban que el tipo de interés neutral difícilmente caería por debajo del 4%. Desde entonces, los precios del mercado se han acercado a nuestras expectativas.
Dada la incertidumbre que reina en torno al nivel de los tipos de interés neutrales, es lógico que los bancos centrales acometan una serie de bajadas de tipos para ver cómo responden sus respectivas economías. Si el crecimiento se reacelera y repuntan los riesgos inflacionarios, los bancos centrales podrían pausar o ralentizar la relajación monetaria. En cambio, si el crecimiento se desploma o el empleo flaquea, podrían aprobar recortes más agresivos. Creemos que los bancos centrales tienen margen para seguir bajando tipos en una diversidad de escenarios.
Riesgos e incertidumbre
Los riesgos para las perspectivas mundiales han cambiado. Los riesgos de inflación han disminuido, sin llegar a desaparecer, a medida que la oferta y la demanda se han ido equilibrando, tanto en el mercado laboral como en el resto de la economía. El crecimiento se está desacelerando. Aunque nuestro escenario principal no anticipa que las economías de mercados desarrollados entren en recesión, creemos que los riesgos son relativamente altos en comparación con la frecuencia histórica. Pero también contemplamos escenarios en los que el crecimiento económico resiste y la inflación podría reacelerarse.
El mayor riesgo para EE. UU. es que la desaceleración de la actividad y el enfriamiento del mercado de trabajo se retroalimenten y acaben provocando una recesión más pronunciada. Otros mercados desarrollados parecen más estables, aunque un crecimiento persistentemente débil los hace susceptibles a sufrir shocks negativos, como turbulencias del mercado o una escalada de las tensiones geopolíticas.
China se enfrenta a sus propios retos. Su modelo de crecimiento, basado en las exportaciones y la inversión en manufactura, parece estar llegando al límite. El país registra un importante exceso de viviendas, una débil demanda de los consumidores y crecientes tensiones comerciales. Como respuesta, el gobierno de China anunció recientemente medidas diseñadas para estimular los precios de los activos y frenar la caída del precio de la vivienda.
Sin embargo, puede que la eficacia de estas políticas dependa de la recuperación de la confianza y de si las medidas gubernamentales respaldarán a los hogares de forma más directa y generalizada. Es probable que también se aprueben ayudas fiscales, lo que podría impulsar el crecimiento en los próximos uno o dos trimestres.
Estimamos que el crecimiento de China bajará al 4%–4,5% en 2025 vs. 5% en 2023 y 2024, mientras el país continúa exportando deflación al resto del mundo. La demanda de materias primas, sobre todo las relacionadas con la construcción, podría verse respaldada en cierta medida por las políticas anunciadas recientemente, pero no es probable que alcance los niveles de ciclos anteriores, en vista de los controles a los que está sujeta la oferta de nuevas viviendas.
Los riesgos geopolíticos continúan siendo una fuente de incertidumbre, desde los conflictos de Oriente Próximo y Ucrania hasta las elecciones que tendrán lugar en numerosos países durante nuestro horizonte cíclico, con implicaciones para el sentimiento general del mercado y para países y sectores específicos.
Las inminentes elecciones presidenciales en EE. UU. son una de esas fuentes de incertidumbre y tendrán importantes implicaciones para la política gubernamental:
- Los déficits estadounidenses serán los grandes perdedores, con independencia de quién gane las elecciones. La reforma tributaria dominará Washington el año que viene, cuando está previsto que expiren las disposiciones individuales de la Ley de Empleos y Reducción de Impuestos de 2017. No esperamos muchos más estímulos fiscales, dada la probabilidad de mayorías ajustadas o de un gobierno dividido y del escaso margen fiscal. Sin embargo, tampoco anticipamos una consolidación fiscal. Es probable que los déficits anuales se mantengan altos (6%–7% del PIB) antes de que se apruebe cualquier reforma, debido a la falta de voluntad política para reducir el gasto en prestaciones sociales y el bajo precio a pagar por prorrogar la mayoría de las rebajas fiscales de 2017. Esto refuerza nuestra opinión de que la curva estadounidense ganará inclinación.
- Tampoco cabe duda sobre la dirección que seguirán los aranceles, gane quien gane. Sin embargo, la aplicación de políticas disruptivas para el comercio mundial parece más probable bajo un segundo mandato del expresidente Donald Trump, mientras que es previsible que la vicepresidenta Kamala Harris mantenga el enfoque actual en caso de salir vencedora. A corto plazo, unos aranceles más altos podrían generar inflación y lastrar el crecimiento. Los aranceles podrían encarecer las inversiones reales de EE. UU., reducir la competitividad de los sectores de exportación y frenar la demanda. También podrían tener un efecto inflacionario para los socios comerciales de EE. UU., hasta el punto de llevar a sus respectivos gobiernos a aplicar barreras comerciales similares, pero deflacionario para el resto del mundo, ya que la demanda de materias primas podría verse lastrada por la desaceleración del crecimiento mundial ligada a la creciente incertidumbre sobre el comercio internacional, mientras que los bienes suministrados hasta ahora a los mercados de EE. UU. podrían encontrar nuevos destinos. Las implicaciones relativas de los aranceles crearán un entorno económico difícil para la Fed. Las autoridades monetarias tendrán que tener muy presente que un repunte de la inflación a corto plazo (si los costes adicionales de los aranceles se trasladan a los consumidores) podría elevar las expectativas de inflación, pese a los riesgos bajistas para el crecimiento vinculados a una disminución de las rentas reales.