Lecciones de inversión Bonos El mercado de renta fija es, con creces, el mayor mercado de valores mobiliarios del mundo, y ofrece una gama prácticamente ilimitada de opciones de inversión. Muchos inversores están familiarizados con aspectos concretos del mercado, pero el progresivo aumento del número de productos hace que resulte difícil mantenerse al día de las novedades, incluso para los expertos. Si bien los bonos se percibían anteriormente como la manera de obtener intereses al tiempo que se protegía el capital, estos instrumentos han evolucionado hasta conformar un mercado mundial valorado en 100 billones de dólares capaz de ofrecer numerosas ventajas potenciales a las carteras de inversión como, por ejemplo, rentabilidades atractivas. Antes de abordar las complejidades de este inmenso y diverso mercado, resulta primordial entender los aspectos más básicos: ¿Qué son los bonos y cómo pueden ayudarle a alcanzar sus objetivos de inversión?
¿Cuáles son las características esenciales de un bono? Un bono es un préstamo que el comprador, o tenedor del bono, realiza a su emisor. Los gobiernos, las empresas y las administraciones locales emiten bonos cuando necesitan captar capital. Un inversor que adquiere un bono soberano está prestando dinero al gobierno del país en cuestión. Cuando un inversor adquiere un bono corporativo, está prestando dinero a esa compañía. Al igual que en un préstamo, un bono paga intereses periódicamente y reembolsa el principal en una fecha preestablecida, llamada «vencimiento». Supongamos que una empresa desea construir una nueva fábrica valorada en 1 millón de dólares, y decide emitir una oferta de bonos para ayudar a sufragar el coste de construcción. La empresa podría decidir colocar entre los inversores 1.000 bonos de 1.000 dólares cada uno. En este caso, el «valor nominal» de cada bono es 1.000 dólares estadounidenses. La empresa, a la que en adelante denominaremos «emisor», establece un tipo de interés anual, también llamado «cupón», y un plazo de amortización del capital o principal, es decir, el 1 millón de dólares.Al fijar el cupón, el emisor tiene en cuenta el entorno de tipos de interés, a fin de garantizar que el cupón sea competitivo frente a los demás bonos comparables y resulte atractivo para los inversores. El emisor podría decidir vender bonos a cinco años con un cupón anual del 5%. Al finalizar el quinto año, el bono alcanza su vencimiento y la empresa devuelve los 1.000 dólares de valor nominal a cada tenedor de bonos. El plazo que ha de transcurrir para que el bono alcance su vencimiento puede desempeñar un papel importante en el grado de riesgo, así como en la rentabilidad potencial, que puede esperar la persona que invierta en él. Un bono de 1 millón de dólares amortizado al cabo de 5 años suele considerarse como de menor riesgo que un bono equivalente con un plazo de amortización de 30 años, ya que hay muchos más factores que pueden afectar negativamente a la capacidad del emisor para hacer frente a los pagos a los tenedores del bono durante el periodo de 30 años que durante el periodo de 5 años. El riesgo adicional asociado al mayor vencimiento de un bono está directamente relacionado con el tipo de interés, o cupón, que el emisor paga sobre el bono. Es decir, un emisor pagará un tipo de interés más alto sobre un bono a largo plazo. Por tanto, los inversores podrán acceder a rentabilidades potenciales superiores con bonos a largo plazo, aunque, a cambio, deberán asumir un riesgo adicional. Cada bono lleva también asociado cierto riesgo de que el emisor se declare en «suspensión de pagos», es decir, no reembolse el capital íntegro del préstamo recibido. Las agencias independientes de calificación crediticia analizan el riesgo de impago, o riesgo de crédito, de los emisores de bonos, y publican sus calificaciones —estos ratings o calificaciones no solo ayudan a los inversores a evaluar el riesgo, sino que además permiten determinar el tipo de interés aplicable a cada bono. Un emisor con un rating de crédito elevado pagará un menor tipo de interés que otro con un rating de crédito bajo. De nuevo, los inversores que adquieran bonos con ratings de crédito bajos podrán acceder a rendimientos potencialmente superiores, pero deberán soportar el riesgo adicional de impago por parte del emisor del bono considerado. ¿Qué determina el precio de un bono en el mercado secundario? Una vez emitidos, los bonos pueden comprarse y venderse en el «mercado secundario». Si bien algunos bonos se negocian públicamente en bolsa, la mayoría se contratan extrabursátilmente entre grandes sociedades de valores que actúan en nombre propio y de sus clientes. La cotización y el rendimiento de un bono determinan su valor en el mercado secundario. Obviamente, un bono debe tener un precio al que comprarse y venderse (véase el apartado «Funcionamiento de los precios de mercado de los bonos» más adelante). Asimismo, el rendimiento de un bono es la rentabilidad efectiva anual que un inversor puede obtener si mantiene el bono hasta su vencimiento. El rendimiento depende, por tanto, del precio de compra del bono y del cupón. El precio de un bono se mueve siempre en dirección contraria a su rendimiento, tal y como se ilustra más arriba. Esta característica distintiva del mercado de bonos se entiende más fácilmente si pensamos que el precio de un bono refleja el valor de los ingresos que proporciona a través de sus pagos periódicos de intereses. Cuando la dinámica de los tipos de interés —y, más concretamente, de los tipos de interés de la deuda pública— es bajista, los bonos de mayor antigüedad de cualquier clase adquieren más valor debido a que fueron vendidos en un entorno de tipos de interés más altos y, por tanto, pagan cupones superiores. Los inversores que poseen bonos antiguos pueden cobrar una «prima» al venderlos en el mercado secundario. Por el contrario, si los tipos de interés muestran tendencia al alza, los bonos antiguos pierden valor ya que, en términos relativos, sus cupones son bajos, por lo que cotizarán con «descuento» en el mercado. Funcionamiento de los precios de mercado de los bonos En el mercado, los precios negociados de los bonos se presentan como un porcentaje de su valor nominal. La forma más sencilla de comprender los precios de los bonos es añadir un cero al precio que se negocia en el mercado. Por ejemplo, si un bono se negocia a «99» en el mercado, su precio es 990 dólares por cada 1.000 dólares de valor nominal y se dice que el bono cotiza con «descuento». Si el bono se negocia a «101», significa que cuesta 1.010 dólares por cada 1.000 dólares de valor nominal, y en ese caso cotiza con «prima». Si el bono se negocia a «100», significa que cuesta 1.000 dólares por cada 1.000 dólares de valor nominal, situación que se describe como cotizar «a la par». Otro término habitual es «valor a la par», que es otra forma de decir valor nominal. La mayor parte de los bonos se emite ligeramente por debajo de su valor nominal y, a continuación, puede cotizar en el mercado secundario por encima o por debajo de este, en función de los tipos de interés, el crédito y otros factores. Expresado de manera simplista, cuando los tipos de interés tienden al alza, los nuevos bonos que se emitan pagarán a los inversores un tipo de interés superior al de los bonos antiguos, por lo que estos últimos tenderán a depreciarse. Con tipos de interés a la baja, en cambio, los bonos antiguos pasarán a pagar unos tipos de interés comparativamente mayores que los bonos nuevos, por lo que los bonos más antiguos suelen venderse con prima en el mercado. A corto plazo, el descenso de los tipos de interés puede impulsar el valor de los bonos de una cartera, mientras que su alza puede erosionar su valor. Sin embargo, a largo plazo, un entorno de tipos de interés al alza puede, en la práctica, favorecer la rentabilidad de una cartera de bonos, puesto que los fondos reembolsados por los bonos al llegar su vencimiento se reinvertirán en bonos con mayores rendimientos. A la inversa, unos tipos de interés a la baja implican que los fondos procedentes del vencimiento de los bonos tendrán que reinvertirse en nuevos bonos con tipos de interés inferiores, lo que se traducirá probablemente en una reducción de la rentabilidad a largo plazo. Medida del riesgo de un bono: ¿qué es la duración? La relación inversamente proporcional que mantienen el precio y el rendimiento resulta crucial para entender el valor de los bonos. Otro factor importante es saber cuál será el grado de fluctuación del precio de un bono cuando varíen los tipos de interés. Para determinar el nivel de sensibilidad del precio de un bono concreto a las oscilaciones de los tipos de interés, el mercado de renta fija utiliza la variable conocida como «duración». La duración es una media ponderada del valor descontado de los flujos de caja de un bono, compuestos por una serie de pagos de cupones periódicos más un pago mucho más cuantioso al final, cuando el bono alcanza su vencimiento y se reembolsa el valor nominal, como se aprecia en la siguiente ilustración. La duración, al igual que el vencimiento del bono, se expresa en años. Sin embargo, tal como se observa en la ilustración, suele ser inferior al vencimiento. En la duración influirán el tamaño de los cupones periódicos y el valor nominal del bono. Para un bono cupón cero, es decir, aquel en el que no se pagan cupones periódicos y todos los flujos de caja tienen lugar al vencimiento, el vencimiento y la duración coinciden. A causa de esta peculiaridad, los bonos cupón cero tienden a experimentar el mayor movimiento de precios ante una variación dada de los tipos de interés, razón por la cual estos bonos pueden ser atractivos para inversores que prevean un descenso de los tipos de interés. El producto resultante del cálculo de la duración, específico de cada bono, es una medida indicativa del riesgo y permite a los inversores comparar de forma homogénea bonos con distintos vencimientos, cupones o valores nominales. La duración indica la intensidad con la que fluctuará el precio de un bono ante una variación de 100 puntos básicos (un punto porcentual) de los tipos de interés. Por ejemplo, supongamos que los tipos de interés descienden un 1%, y que ello se traduce en una caída equivalente de los rendimientos de todos los bonos en el mercado. En tal caso, el precio de un bono con duración de dos años subirá un 2%, mientras que el precio de un bono con duración de cinco años lo hará un 5%. Para el conjunto de una cartera de bonos también puede calcularse la duración media ponderada a partir de las duraciones de cada uno de los bonos incluidos en la cartera. Papel de los bonos en una cartera Desde que los Estados aumentaron la frecuencia de sus emisiones de bonos a principios del siglo XX y crearon el mercado de renta fija moderno, los motivos por los que los inversores han adquirido bonos han sido diversos: protección del capital, generación de ingresos, diversificación y posible cobertura en caso de deterioro económico o deflación. Al crecer y diversificarse el mercado de bonos en las décadas de los setenta y ochenta, los precios de los bonos empezaron a sufrir fluctuaciones más frecuentes y de mayor calado, y muchos inversores comenzaron a negociar con bonos, aprovechando otra ventaja potencial: la revalorización del precio (o el capital). Actualmente, los inversores pueden decidir comprar bonos por cualquiera de estos motivos o por todos ellos a la vez. La protección del capital: A diferencia de la renta variable, los bonos deben devolver el principal en una fecha especificada, a saber, al vencimiento. Esto hace que los bonos resulten atractivos para los inversores que no quieren arriesgarse a perder capital y para los que deban satisfacer un compromiso en un momento concreto en el futuro. Los bonos presentan la ventaja añadida de ofrecer intereses a un ritmo determinado que, con frecuencia, es superior a las tasas de ahorro a corto plazo. Ingresos: La mayoría de los bonos ofrece al inversor una renta «fija». En cada fecha programada, ya sea con una periodicidad trimestral, semestral o anual, el emisor de bonos remite al tenedor de bonos un pago de intereses, fondos que pueden destinarse bien al consumo, bien a la reinversión en otros bonos. Es cierto que las acciones también pueden ofrecer ingresos a través del pago de dividendos, aunque estos tienden a ser de una cuantía menor que los cupones de los bonos, y las empresas gozan de absoluta libertad para decidir si reparten dividendos o no, mientras que los emisores de bonos están obligados a realizar los pagos por cupón. Revalorización del capital: Los precios de los bonos pueden subir por varios motivos, entre los que se incluyen un descenso de los tipos de interés y una mejora en la calificación crediticia del emisor. Si un bono se mantiene en cartera hasta el vencimiento, no todos los aumentos de precios acontecidos durante la vida del bono se materializan. En su lugar, el precio del bono suele volver a la par (100) a medida que se aproximan el vencimiento y la devolución del principal. No obstante, al vender los bonos después de que suba su precio (y antes del vencimiento), los inversores pueden obtener una apreciación, también llamada «revalorización del capital», sobre los bonos. Al capturar la revalorización del capital de los bonos, se incrementa la rentabilidad total de dichos instrumentos, que es la combinación de los ingresos y la apreciación del capital. La inversión con miras a obtener rentabilidad total se ha convertido en una de las estrategias de bonos más ampliamente utilizadas durante los 40 últimos años. (Para obtener más información, véase el apartado «Estrategias de inversión en renta fija»). Diversificación: Incluir bonos en una cartera de inversión puede contribuir a diversificar la cartera. Son muchos los inversores que diversifican entre un amplio abanico de activos, desde renta variable hasta renta fija pasando por materias primas e inversiones alternativas, con vistas a reducir el riesgo de generar una rentabilidad baja, o incluso negativa, en sus carteras. Posible cobertura frente a la desaceleración económica o la deflación: Los bonos pueden ayudar a los inversores a protegerse frente a una desaceleración económica por varias razones. El precio de un bono depende del grado en que los inversores valoran los ingresos que este aporta. La mayoría de los bonos paga una renta fija, cuyo importe no varía. Cuando los precios de los bienes y servicios suben, situación que en economía se conoce con el término «inflación», los ingresos fijos pagados por el bono se vuelven menos atractivos, ya que con ellos se pueden comprar menos bienes y servicios. La inflación suele coincidir con un crecimiento económico más intenso, lo que incrementa la demanda de bienes y servicios. Por el contrario, un ritmo de crecimiento económico más lento suele conducir a una menor inflación, lo que convierte en más atractivos los ingresos procedentes de los bonos. Una ralentización económica suele afectar también negativamente a los beneficios empresariales y a la rentabilidad de las acciones, y esto incrementa aún más el atractivo de los ingresos de los bonos en cuanto que fuente de rentabilidad. Si la ralentización es tan severa que provoca que los consumidores suspendan sus compras y que los precios en la economía empiecen a caer —un cuadro económico muy grave que se conoce con el nombre de «deflación»—, los ingresos de los bonos se tornan incluso más atractivos, ya que (al desinflarse los precios) los tenedores de bonos pueden adquirir más bienes y servicios con el mismo nivel de ingresos. A medida que la demanda de bonos aumenta, también lo hacen los precios y las rentabilidades derivadas para sus dueños. Múltiples clases de bonos En la década de los setenta, el mercado de renta fija moderno empezó a evolucionar. La oferta aumentó y los inversores descubrieron que podían hacer dinero comprando y vendiendo bonos en el mercado secundario y materializando las plusvalías. Hasta entonces, sin embargo, el mercado de renta fija era fundamentalmente un lugar al que acudían gobiernos y grandes empresas en busca de financiación. Los principales inversores en renta fija eran compañías aseguradoras, fondos de pensiones e inversores individuales que buscaban un instrumento de elevada calidad en el que colocar unos fondos que habrían de movilizarse para algún fin específico en el futuro. Al hilo del creciente interés de los inversores en la renta fija en las décadas de los setenta y los ochenta (y de la mayor velocidad de los ordenadores, que agilizó las operaciones matemáticas sobre los bonos), los profesionales de las finanzas crearon medios innovadores para que los deudores en busca de financiación accedieran al mercado de renta fija e idearon nuevas vías para que los inversores ajustasen su exposición según la escala de rentabilidad/riesgo. Desde una perspectiva histórica, Estados Unidos ha ofrecido el mercado de renta fija más profundo, si bien el europeo se ha expandido significativamente desde la introducción del euro en 1999. Por otro lado, los países en desarrollo que registraron un fuerte crecimiento económico en la década de 2000 ya están integrados en lo que ahora representa un mercado de renta fija mundial. En líneas generales, la deuda pública y la renta fija privada siguen siendo los dos sectores más importantes del mercado de bonos. Sin embargo, otros tipos de bonos, entre los que se incluyen los bonos de titulización hipotecaria, desempeñan una función crucial por lo que respecta a la financiación de determinados sectores, como el de la vivienda, y a la satisfacción de necesidades específicas de los inversores. Deuda pública: El sector de deuda pública es una categoría amplia en la que se inscribe la «deuda soberana», que es aquella emitida y avalada en general por un gobierno central. Los bonos del Gobierno de Canadá (GoC), los gilts británicos, los bonos del Tesoro estadounidense, los bunds alemanes, los bonos del Gobierno japonés (JGB) y los bonos del Gobierno brasileño son varios ejemplos de bonos soberanos. Estados Unidos, Japón y Europa han sido históricamente los mayores emisores del mercado de deuda pública. Algunos gobiernos también emiten bonos soberanos ligados a la inflación, denominados «bonos indexados a la inflación» o, en el caso de EE. UU., «TIPS» (valores del Tesoro protegidos contra la inflación). En un bono ligado a la inflación, los intereses y/o el principal se reajustan de manera periódica para reflejar los cambios en la tasa de inflación, con lo que aportan una rentabilidad «real», esto es, ajustada a la inflación. Pero, a diferencia de otros bonos, los títulos indexados a la inflación podrían experimentar mayores pérdidas si los tipos de interés reales suben con mayor rapidez que los tipos de interés nominales. Además de los bonos soberanos, el sector de deuda pública también comprende subcomponentes, tales como: Bonos de agencias y organismos «cuasigubernamentales»: Los gobiernos centrales persiguen varios objetivos —por ejemplo, facilitar el acceso a una vivienda asequible o contribuir a la creación de pequeñas empresas— a través de agencias, algunas de las cuales emiten bonos para respaldar sus actividades. Algunos bonos de agencias están avalados por la Administración central, mientras que otros no. Organizaciones supranacionales, como el Banco Mundial o el Banco Europeo de Inversiones, también captan capitales en los mercados de deuda para financiar proyectos públicos y/o de ayuda al desarrollo. Deuda de gobiernos locales y regionales: Los gobiernos locales —ya sean provinciales, estatales o municipales— captan fondos para financiar una variedad de proyectos, como la construcción de puentes y escuelas, así como sus operaciones generales. El mercado de bonos de gobiernos locales está bien consolidado en EE. UU., donde estos bonos se conocen con el nombre de «bonos municipales». Otros mercados desarrollados también emiten deuda pública provincial o local. Bonos corporativos: Después del sector público, los bonos corporativos han constituido históricamente el mayor segmento del mercado de renta fija. Las compañías toman prestado dinero en el mercado de bonos para expandirse o para financiar nuevos proyectos empresariales. El sector corporativo está evolucionando rápidamente, en especial en Europa y en muchos países en desarrollo. Los bonos de empresa se subdividen en dos grandes categorías: El grado de inversión (bonos con calificación investment grade) y el grado especulativo (bonos de alto rendimiento o «bonos basura»). Los bonos con grado especulativo están emitidos por empresas consideradas de inferior calidad crediticia y, por tanto, con un mayor riesgo de incurrir en impagos que las empresas con calificación investment grade. Dentro de estas dos grandes categorías, las calificaciones asignadas a los bonos de empresa varían a lo largo de un amplio espectro, en consonancia con la salud financiera de cada emisor. Los bonos con grado especulativo tienden a estar emitidos por empresas de reciente creación, por compañías que operan en sectores especialmente competitivos o volátiles, o por empresas con fundamentales poco saneados. Aunque una calificación crediticia especulativa indica una mayor probabilidad de impago, los mayores cupones obtenidos con estos bonos tienen la finalidad de compensar a los inversores por el mayor riesgo asumido en ellos. Los ratings pueden revisarse a la baja si se produce un deterioro de la calidad crediticia del emisor, o al alza en caso de mejora de sus fundamentales. Deuda de mercados emergentes: Los bonos soberanos y corporativos emitidos por países en desarrollo también se conocen con el nombre de «bonos de los mercados emergentes». Desde la década de los noventa, la clase de activos de los mercados emergentes ha evolucionado hasta incluir una amplia selección de títulos de deuda pública y corporativa, emitidos en las principales divisas extrajeras, entre las que se incluyen el dólar estadounidense y el euro, así como en monedas locales (a menudo denominados «bonos de mercados emergentes en divisa local»). Puesto que proceden de diversos países, que pueden tener diferentes perspectivas de crecimiento, los bonos de los mercados emergentes pueden ayudar a diversificar una cartera de inversión y tienen el potencial de proporcionar una atractiva rentabilidad ajustada al riesgo. Bonos de titulización hipotecaria y bonos de titulización de activos: Otra importante área del mercado mundial de bonos surge del proceso conocido como «titulización», en virtud del cual los flujos de tesorería asociados a diversos tipos de préstamos (pagos por hipotecas, pagos por préstamos para compra de coche o tarjetas de crédito, por ejemplo) son agrupados y revendidos a los inversores en forma de bonos. Los bonos de titulización hipotecaria y los bonos de titulización de activos son los sectores de mayor tamaño sometidos a titulización. Bonos de titulización hipotecaria (MBS): Estos bonos se crean a partir de las cuotas hipotecarias pagaderas por propietarios de viviendas residenciales. Los originadores de préstamos hipotecarios, normalmente bancos y empresas de financiación, venden préstamos hipotecarios individuales a otras entidades que agrupan dichos préstamos en un título que abona un tipo de interés similar al tipo de las hipotecas pagado por los propietarios de las viviendas. Como en otras clases de bonos, los bonos de titulización hipotecaria son sensibles a las variaciones de los tipos de interés, y podrían perder valor cuando los tipos suban. En concreto, los valores respaldados por hipotecas a tipo fijo son sensibles a los tipos de interés porque los prestatarios pueden realizar amortizaciones anticipadas y refinanciar sus hipotecas cuando los tipos bajan, por lo que los valores respaldados por esos préstamos también se amortizan antes de lo previsto. En parte por este motivo y en parte para atraer a distintos tipos de inversores, los bonos de titulización hipotecaria pueden estructurarse en bonos con fechas de reembolso y características específicas, que reciben el nombre de «obligaciones garantizadas por hipotecas» (CMO). Bonos de titulización de activos (ABS): Estos bonos son títulos negociables creados a partir de las cuotas a pagar en préstamos para compra de coche, cuentas a pagar por tarjetas de crédito u otro tipo de préstamos. Siguiendo el mismo procedimiento que en los bonos de titulización hipotecaria, préstamos similares son agrupados y empaquetados para crear valores mobiliarios que en último término son vendidos a los inversores. Se constituyen entidades especiales que actúan como administradores de los bonos de titulización de activos, permitiendo a las compañías de tarjetas de crédito y otros prestamistas sacar los préstamos de sus respectivos balances. Los bonos de titulización de activos suelen dividirse en tramos o «tranches», lo que da lugar a la diferenciación entre clases de valores en función de su calidad crediticia. Los bonos de titulización de activos presentan riesgos, incluido el riesgo de crédito. «Pfandbriefe» y cédulas hipotecarias (covered bonds): Los valores alemanes garantizados por hipotecas se conocen como «Pfandbriefe» o, dependiendo del tamaño de la oferta, «Pfandbriefe Jumbos». El mercado de «Pfandbriefe Jumbos» ha sido históricamente uno de los sectores más grandes del mercado de bonos de Europa. La principal diferencia entre un «Pfandbriefe» y un bono de titulización hipotecaria o un bono respaldado por activos es que los bancos que conceden los préstamos y los empaquetan en «Pfandbriefe» mantienen dichos préstamos en sus libros. Debido a esta particularidad, suele clasificarse a los «Pfandbriefe» como bonos de empresa. Otros países europeos están emitiendo cada vez más valores equiparables a «Pfandbriefe», a los que, en España, se conoce con el nombre de «cédulas hipotecarias». Los bonos de emisores privados descritos en los párrafos anteriores suelen cotizar con un diferencial respecto al rendimiento de los bonos soberanos o respecto al tipo Secured Overnight Financing Rate (SOFR). La diferencia existente entre el rendimiento de los bonos de emisores privados y el de los bonos soberanos o el tipo SOFR también se conoce como «spread o diferencial de crédito». Por ejemplo, una compañía con una calificación crediticia ligeramente inferior a la de su gobierno puede emitir un bono con un diferencial de rendimiento o de crédito de 50 puntos básicos (0,5%) sobre una emisión de deuda pública con igual vencimiento. Los diferenciales de crédito se reajustan con base en las percepciones de los inversores sobre la calidad crediticia y el crecimiento económico, así como en función de la demanda de rentabilidad de los inversores y de su apetito por el riesgo. Una vez vendido un bono por un emisor, puede comprarse y venderse en el mercado secundario, donde los precios pueden fluctuar en función de los cambios en las perspectivas económicas, la calidad crediticia del bono o del emisor, y la oferta y la demanda, entre otros factores. Las sociedades de valores son las principales compradoras y vendedoras del mercado secundario, mientras que los inversores particulares suelen adquirir los bonos a través de ellas, ya sea directamente como clientes o indirectamente a través de fondos de inversión y fondos cotizados. Estrategias de inversión en renta fija Los inversores en renta fija pueden elegir entre un gran número de diferentes estrategias de inversión, en función del papel o los papeles que los bonos desempeñen en su cartera de inversión. Las estrategias de inversión pasivas comportan comprar y mantener bonos hasta el vencimiento e invertir en fondos o carteras de bonos que replican índices de renta fija. Los enfoques pasivos pueden resultar adecuados para los inversores que deseen beneficiarse de las ventajas tradicionales de los bonos, como la protección del capital, la obtención de ingresos y la diversificación. Sin embargo, no pretenden sacar partido del entorno de los tipos de interés, del crédito y del mercado. Por el contrario, las estrategias de inversión activas intentan generar rentabilidades superiores a las de los índices de renta fija, a menudo mediante la compraventa de bonos para beneficiarse de las fluctuaciones de precios. Estas estrategias pueden proporcionar muchas, si no todas, las ventajas de los bonos. No obstante, para rendir mejor que los índices a largo plazo, el inversor activo debe ser capaz de: 1) formarse opiniones sobre la economía, el rumbo de los tipos de interés y/o el entorno del crédito; 2) contratar bonos de forma eficiente para expresar esas opiniones, y 3) gestionar el riesgo. Estrategias pasivas o enfoques de tipo «comprar y mantener»: los inversores que persiguen la protección del capital, la generación de ingresos y/o la diversificación pueden, simplemente, comprar bonos y mantenerlos hasta el vencimiento. El entorno de los tipos de interés repercute en los precios que los inversores pasivos pagan por los bonos cuando invierten por primera vez y, de nuevo, cuando necesitan reinvertir su dinero al vencimiento. Han aparecido estrategias capaces de ayudar a los inversores pasivos a gestionar el riesgo de tipos de interés inherente a este enfoque. Una de las más populares es la de los bonos escalonados (bond ladder). Una cartera de bonos escalonados se invierte a partes iguales en bonos que vencen periódicamente, en general cada año o cada dos años. A medida que los bonos llegan al vencimiento, el dinero se reinvierte para mantener la escalera de vencimientos. Normalmente, los inversores recurren al enfoque escalonado para saldar un flujo de compromisos constante y para reducir el riesgo de tener que reinvertir una parte importante de su dinero en un entorno de bajos tipos de interés. Otro enfoque «comprar y mantener» es el llamado «barbell», en el que el dinero se invierte en una combinación de bonos a corto y a largo plazo. A medida que van venciendo los bonos a corto plazo, los inversores pueden reinvertir para aprovechar las oportunidades que surgen en el mercado, mientras que los bonos a largo plazo proporcionan cupones atractivos. Otras estrategias pasivas: Los inversores que buscan las ventajas tradicionales de los bonos también tienen a su disposición varias estrategias de inversión pasivas que pretenden igualar la rentabilidad de los índices de renta fija. Por ejemplo, una cartera de renta fija tradicional de Estados Unidos puede utilizar como índice de referencia, o indicador de rentabilidad, un índice general de emisiones con calificación investment grade, como el Bloomberg U.S. Aggregate Bond Index. Al igual que los índices de renta variable, los índices de renta fija son transparentes (se conocen los valores que lo constituyen) y la rentabilidad se actualiza y publica a diario. Numerosos fondos cotizados (ETF) y algunos fondos de inversión colectiva de renta fija invierten en los mismos valores que constituyen los índices o en valores similares y, por consiguiente, replican fielmente la rentabilidad de los índices. En estas estrategias pasivas de bonos, los gestores de carteras modifican la composición de sus carteras si se produce algún cambio en los índices correspondientes y en el momento en el que se produce, pero no suelen tomar decisiones independientes de compra y venta de bonos. Estrategias activas: Los inversores cuyo objetivo es obtener una rentabilidad superior a la generada por los índices de renta fija utilizan estrategias de bonos gestionadas activamente. Los gestores activos de carteras pueden intentar maximizar los ingresos o la revalorización del capital (apreciación) de los bonos, o ambas cosas a la vez. Muchas carteras de bonos gestionadas para inversores institucionales, muchos fondos de inversión colectiva de renta fija y un número cada vez mayor de ETF recurren a la gestión activa. Uno de los enfoques activos más populares es el que se denomina «inversión orientada a la rentabilidad total», que emplea todo un abanico de estrategias con el fin de maximizar la revalorización del capital. Los gestores activos de carteras de renta fija que persiguen una apreciación intentan adquirir bonos infravalorados, mantenerlos hasta que su precio aumenta y venderlos antes del vencimiento para obtener una plusvalía, lo que, idealmente, sería «comprar barato y vender caro». Los gestores activos pueden emplear una selección de técnicas diferentes con el fin de identificar bonos con potencial para encarecerse. Análisis de crédito: Por medio de un análisis de crédito fundamental bottom up, los gestores activos tratan de identificar bonos individuales susceptibles de encarecerse a causa de una mejora en la calidad crediticia del emisor. Los precios de los bonos pueden aumentar, por ejemplo, cuando una compañía renueva y mejora su equipo directivo. Análisis macroeconómico: Los gestores de carteras utilizan análisis top down para hallar bonos cuyo precio pueda aumentar como consecuencia de las condiciones económicas, un entorno favorable de los tipos de interés o los patrones de crecimiento mundiales. Por ejemplo, en los últimos años, cuando los mercados emergentes se han erigido como los principales impulsores del crecimiento mundial, se ha incrementado el precio de muchos bonos de emisores públicos y privados de esos países. Rotación de sectores: Basándose en sus previsiones económicas, los gestores de bonos invierten en determinados sectores que históricamente se han revalorizado durante una fase determinada del ciclo económico, al tiempo que evitan los que han quedado rezagados en ese mismo momento. A medida que avanza el ciclo económico, pueden vender bonos de un sector y comprar de otro. Análisis de mercado: Los gestores de carteras pueden comprar y vender bonos para sacar partido de los cambios en la oferta y la demanda que provocan fluctuaciones de precios. Gestión de la duración: Con el fin de expresar una opinión sobre el riesgo de variación de los tipos de interés y ayudar a gestionar este riesgo, los gestores de carteras pueden ajustar la duración de sus carteras de renta fija. Los gestores que prevean un aumento de los tipos de interés pueden intentar proteger las carteras de bonos de un impacto negativo en los precios acortando la duración, posiblemente vendiendo bonos a más largo plazo y comprando bonos a corto plazo. Por el contrario, si lo que se persigue es maximizar el impacto positivo de una caída anticipada de los tipos de interés, los gestores activos pueden alargar la duración de las carteras de bonos. Posicionamiento en la curva de tipos: Los gestores activos de bonos pueden reajustar la estructura de vencimientos de una cartera de renta fija atendiendo a los cambios previstos en la relación entre bonos con diferentes vencimientos, una relación que se articula en la «curva de tipos». Aunque los rendimientos suelen aumentar a medida que lo hacen los plazos, esta relación puede variar, lo que brinda a los gestores activos de renta fija oportunidades para posicionarse en el área de la curva con probabilidades de comportarse mejor en un contexto económico dado. Roll down: Cuando los tipos de interés a corto plazo son más bajos que los tipos a más largo plazo (lo que se considera un entorno de tipos de interés «normal»), un bono experimenta un descenso sucesivo de sus rendimientos y un aumento de su precio a medida que se aproxima el vencimiento, lo que se llama «bajar (roll down) en la curva de tipos». Un gestor de renta fija puede mantener un bono mientras se aprecia y venderlo antes del vencimiento para materializar una ganancia. Esta estrategia presenta el potencial de incrementar la rentabilidad total de forma continua en un entorno de tipos de interés normal. Derivados: Los gestores de bonos pueden recurrir a futuros, opciones y derivados para expresar un amplio abanico de opiniones, desde la solvencia de un emisor determinado hasta el rumbo de los tipos de interés. Gestión de riesgos: Asimismo, un gestor activo de renta fija puede adoptar medidas para maximizar la generación de ingresos sin por ello incrementar considerablemente el riesgo. Para ello, podría invertir en bonos a más largo plazo o con una calidad crediticia ligeramente inferior, que pagan cupones más elevados. Comparación de estrategias activas y pasivas Los inversores llevan largo tiempo debatiendo las ventajas de las estrategias de gestión activa, como la inversión orientada a la rentabilidad total, frente a las de gestión pasiva y las estrategias escalonadas/barbell. El quid de este debate estriba en determinar si es o no cierto que el mercado de deuda es demasiado eficiente como para permitir a los gestores activos batir de forma sistemática al propio mercado. Un gestor activo de renta fija, como PIMCO, rebatiría dicha proposición argumentando que tanto el tamaño como la flexibilidad contribuyen a que los gestores activos puedan optimizar las tendencias a corto y largo plazo con el fin de superar al mercado. Asimismo, los gestores activos pueden gestionar el riesgo de tipos de interés, el riesgo de crédito y otros riesgos potenciales a los que se enfrentan las carteras de renta fija a medida que cambian las condiciones del mercado con el fin de proteger la rentabilidad de sus inversiones.